Una de las principales problemáticas que se encuentra el historiador frente al estudio del grupo humano que dominó en el contexto mexicano durante la etapa final del Posclásico es la cuestión de la distinción entre el término de azteca y mexica. Se han utilizado, y se seguirán utilizando, de forma errónea, ya sea debido a la ignorancia, desconocimiento, o bien por las modas del momento, entre las cuales están la consideración de la existencia de un hipotético gen azteca o bien la identificación de la población mexicana actual con un pasado azteca, dejando de lado la enorme herencia cultural y biológica del mestizaje con los conquistadores españoles y obviando al resto de pueblos indígenas.
Es fundamental que el historiador o el lector que se aproxime al estudio de la última de las grandes civilizaciones mesoamericanas comprenda la diferencia entre los dos términos. En la actualidad, es frecuente el uso del concepto del Estado Azteca, haciendo referencia a aquel vasto territorio gobernado desde la Venecia mesoamericana, Tenochtitlan, desde donde el grandioso Tlatoani Moctezuma enviaba regalos a los visitantes de levante para invitarles a alejarse de sus dominios.
Aun así, ¿quiénes eran estos aztecas? El nombre que designa este grupo hace referencia a aquel grupo humano que partió desde la tierra desconocida de Aztlán. Según la documentación recogida a posteriori a través de la colaboración de la población local con los españoles, hay diferentes teorías. Según Fray Diego Durán, en Historia de las Indias de Nueva España e Islas de Tierra Firme, este pueblo, caracterizado por una serie de semejanzas que lo llevó a vincular a los indios con los judíos, debió de haber llevado a cabo un “prolijo camino” para asentarse, definitivamente, en el entorno lacustre de Texcoco.
“demostración de las cuevas donde habitaban los mexicanos antes de conquistar esta tierra” - Códice Durán
Aztlán (o también Aztlan) consiste en una isla cuyo nombre hace referencia a la garza o aztatl y a la blancura, de forma que las fuentes indican que la isla era totalmente blanca, al igual que los fenómenos que se incluían dentro de ella. Así, el espacio utópico de Aztlán sirve, tal y como indica Patrik Johansson en "La imágen de Aztlan en el Códice Boturini", como el Alfa de una teórica “peregrinación” que llevaría a los aztecas a su Omega, es decir, el Valle de México, siguiendo las indicaciones de Huitzilopochtli, perpetuando y materializando la voluntad de la divinidad mediante la fundación de Tenochtitlan.
Aztlan según el Códice Aubin
Durán no hace una distinción entre Aztlán y Chicomoztoc, pero a partir del resto de documentación consultada se diferencia al Aztlán como punto de partida y de no retorno, y el Chicomoztoc como lugar de paso sumamente importante para dividir a los aztecas en diferentes pueblos. Aun así, es importante destacar que cada códice aporta una interpretación diferente.
En el caso del Códice Boturini, o bien Tira de la Peregrinación, se muestra, en la primera de las láminas del documento, la figura de una isla que alberga en su interior un gran templo o teocalli rodeado de 6 calli, es decir, 6 símbolos que representan casas o viviendas, y por debajo, se muestra a un hombre y una mujer. A la derecha de este grupo situado en el nacimiento de la epopeya azteca, una figura navega en una canoa para dirigirse a Culhuacán o Colhuacan, como así lo evidencian las huellas que se dirigen al cerro, donde se encuentra una efigie que emite el símbolo de la palabra para atraer a los aztecas, invitándoles a iniciar el camino hacia México.
Lámina 1 del Códice Boturini
El camino que queda marcado por las pisadas de las figuras representadas es de vital importancia para establecer una continuidad lineal dentro de los códices aztecas, estableciendo un tiempo interno dentro del documento en el que se establece una secuencia cronológica y ordenada de los hechos que se están representando, incluyendo, en algunos casos, un calendario en el que se indican los años en los que sucedieron los eventos más importantes.
A partir de este sendero, a lo largo de las 22 láminas del Códice Boturini se plasma la travesía azteca, pueblo que será acompañado por otros 7 diferentes a partir de la segunda lámina, en la cual se observa como cada uno de los grupos porta el símbolo del calli o casa y otro elemento que distingue a cada uno. A partir de la identificación de los glifos se distingue a los matlatzincas, los “hombres de las redes”; por debajo aparecen los tepanecas de Tepanohuayan, marcados con el glifo tetl o piedra; los chichimecas, representados con el glifo de un arco o tlahuitolli sobre una flecha dentada; los malinalcas, acompañados del glifo de la planta del malinalli, los propios aztecas (algunos expertos indican que podrían representarse a los cuitlahuacas), los xochimilcas, portando el glifo del Xochimilco, que representa una flor; los chalcas con el glifo del chalchíhuitl, y finalmente, los huejoztincas. Si bien su procedencia varía, las características culturales que los definen son semejantes, lo que permite agruparlos dentro de un gran grupo cultural.
Lámina 2 del Códice Boturini
Siguiendo el camino de huellas marcadas por el viaje de los aztecas, se presentan cuatro figuras: los 4 Teomamaque o portadores de los símbolos divinos. Estas cuatro figuras son de vital importancia para el desarrollo de esta “peregrinación”. El grupo queda conformado por 3 hombres y 1 mujer, y todos portan lo que parece ser un astil sobre el cual se erige un glifo, y cargan, cada uno, con un saco o tlaquimilolli.
La figura que aparece más atrasada es Chimalma, la mujer del grupo, que porta el glifo del chimalli, es decir, un escudo. La siguiente figura se conoce como Quetzalapanecatl, caracterizado por el símbolo del penacho que lo acompaña. Seguidamente, Cuauhcoatl presenta el glifo de una serpiente con cabeza de águila, y, finalmente, se muestra Tezcacoatl, y a sus espaldas, la efigie de Huitzilopochtli.
Muy importante para distinguir, de forma concreta, la diferencia entre aztecas y mexicas, es la cuarta lámina del mismo Códice Boturini, la cual queda dividida por 3 grupos independientes.
Lámina 4 del Códice Boturini
La primera de las escenas, situada a la izquierda y en la que se presenta a los 4 Teomamaques, ya es conocida, pero es mucho más representativa el episodio en el que parece ser que se lleva a cabo un triple sacrificio.
Justo a la derecha de este grupo en procesión aparecen 3 personajes con las caras pintadas y recostadas sobre arbustos. Forman parte del conjunto de los Centzon mimixcoa u hombres búho, los cuales tenían la empresa de encargarse de mantener la luz del sol mediante sacrificios de sangre. No obstante, no cumplieron su cometido, por lo que los dioses acabaron con casi la totalidad de estos mimixcoa. Esto es lo que se narra en el Códice Aubin, que consiste en una versión literaria que emana a partir de la misma imagen que inspiró la realización del Códice Boturini:
“Después cuando partieron por el camino vinieron a llegar sobre ellos los hombres búhos. Entre las biznagas estuvieron cayendo, y algunos estuvieron cayendo al pie de los mezquites. A éstos les llamaban mimixcoa: el primero de nombre Xiuhneltzin, el segundo de nombre Mimichtzin, el tercero, mujer, su hermana mayor. Otra vez allá les llamó el diablo Huitzilopochtli; les decía: Tomad los que estén entre las biznagas. Ellos serán el primer tributo”
Desde entonces, Huitzilopochtli, también conocido con el nombre de Mexi, bautizó a los aztecas con el nombre de mexicas, es decir, sus seguidores, consagrándolos con el monopolio del sacrificio para el contento y satisfacción divina. Aun así, es necesario dar cuenta de que el tlacuilo o artista no representa la extracción del corazón durante el sacrificio.
Avanzamos de esta forma a un nivel superior, en el que vemos una figura totalmente innovadora, que no se corresponde para nada con lo que se había representado previamente, lo que implica la diferenciación efectiva entre los aztecas y mexicas, los cuales han sido premiados con el favor de Huitzilopochtli, quien les había concedido, como se ve en la escena superior, un arco o tlahuitolli y una red, además de un nuevo aspecto, con una línea negra entre la boca y la nariz, un plumón en la frente y un pendiente de plumas.
Este personaje (está hablando ya que aparece representado con las vírgulas que simbolizan la palabra) porta una flecha y el tlahuitolli, y a través de dos líneas segmentadas de puntos se remarca la interrelación del mexica con dos elementos: la red de caza y un águila. Nuevamente, la interpretación es compleja, ya que a primera vista, asemeja que el mexica esté intentando cazar a Huitzilopochtli, lo cual parece imposible, pero podría relacionarse con las excelentes capacidades que tenían los mexicas en la caza.
Imagen en detalle de la escena de “caza”
Sea como sea, y pese a las lagunas que nos podemos encontrar en el Códice Boturini, como la ausencia de la representación del Chicomoztoc, es una fuente fundamental para comprender la evolución de los aztecas hasta ser bautizados como mexicas. Aun así, denominar a los mexicas como aztecas no puede ser considerado incorrecto, aunque sí que lo es denominar a los aztecas como mexicas, ya que el segundo término es posterior al segundo.
En conclusión, de forma muy resumida podemos indicar que aquellos grupos que pueden ser denominados aztecas son aquellos que comparten grandes rasgos culturales, entre ellos, el mito de la Isla de Aztlán. Reducimos el uso de mexicas al momento en el que los aztecas cumplieron las órdenes de Huitzilopochtli. Asimismo, no será correcto denominar como mexica a aquellas zonas controladas bajo la esfera política y tributaria del Imperio de Tenochtitlan.
Ayudará a entender este conflicto de términos indicar que no se puede denominar a los habitantes de Tenochtitlan como aztecas, ya que son tenochcas y mexicas, y que el término de aztecas se emplea de forma más amplia y general para designar a los distintos grupos contemporáneos a los mexicas, a los cuales también se incluye.
Comentarios
Publicar un comentario