Durante el siglo X en España, uno de los monarcas más destacados del momento fue el rey Sancho I de León, también conocido como Sancho el Gordo, por su obesidad extrema. Este monarca era ampliamente reconocido en las cortes europeas por su peso excesivo, lo que le causaba dificultades para moverse y realizar actividades cotidianas como caminar o correr, llegando incluso a necesitar la ayuda de un sistema de poleas para montar a caballo (el cual posteriormente era retirado por el tremendo dolor que tal actividad le generaba).
La obesidad de Sancho I de León se convirtió en un problema tanto para él como para su reino. Sus súbditos se cansaron de tener que limpiar sus papadas y soportar las consecuencias de su mala salud, lo cual llevó a un creciente descontento en el reino. La situación llegó a un punto crítico en el que el rey fue derrocado debido a su incapacidad para gobernar adecuadamente debido a su estado físico. (Sí, lo derrocaron por gordo).¹
Ante esta difícil situación, Sancho I de León decidió acudir al califa de Córdoba, Abderramán III, el cual accedió a que su médico principal - un judío llamado Hasday ibn Shaprut - lo atendiera. Éste le obligó a adoptar una dieta estricta, consumiendo únicamente infusiones que bebía con una pajita. Además, para evitar que comiera, a veces le ataban las manos y los pies e incluso le llegaron a coser la boca. Todo esto complementado con unas dosis de ejercicio físico varias veces al día.
El proceso resultó ser exitoso, pues durante los cuatro meses que duró este régimen, el rey logró perder 100 kilogramos (aproximadamente la mitad de su peso), lo cual tuvo un impacto significativo en su salud y movilidad. Tras esto y con el ejército del califa haciéndose con Zamora (959) y León (960), tomó de vuelta la corona, que volvería a regir su reino entre los años 960 y 966.
El monarca, a pesar de lo logrado en el ámbito de su alimentación, moriría de la forma más irónica para este personaje: comiendo algo que no debía. Fue en 966 cuando terminó su reinado, al fallecer envenenado según la crónica de Sampiro, en el monasterio gallego de Castrelo de Miño por el conde rebelde Gonzalo Menéndez, quien le dio una manzana ponzoñosa.
Gundisaluus, qui dux erat (...) veneni pocula illi in pomo duxit. ²
Frase que se traduce como "Gundisalus, que era el líder (...) le trajo una copa de veneno en la manzana". Este rey, que tras su fallecimiento recibió sepultura en el monasterio de esa región Ourensana, fue inhumado y actualmente sus restos descansan en la basílica de San Isidoro de León.
Iago Manuel González Morenza
Bibliografía
¹ Lévi Provençal, Évariste (1957). Historia de España: España musulmana hasta la caída del califato de Córdoba: 711-1031 de J.C. Tomo IV. Espasa-Calpe. Edición de Ramón Menéndez Pidal & Leopoldo Torres-Balbás. Traducción de Emilio García Gómez. ISBN 9788423948000.
² Martínez Diez, 2005, pp. 434-435 Tomo I.
Valverde Sepúlveda, Joaquín (1997). Sancho el gordo : una cura de adelgazamiento en tiempo de Abderramán III, en el siglo X. Guadix: Ayuntamiento de Guadix. Consejalía de Cultura y Educación.
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