Imagina ser capturado por piratas y encerrado en una prisión, sin apenas recibir comida. La mayoría de las personas se desesperaría y trataría de escapar, pero no este hombre: Diógenes. La historia de Diógenes el Perro es tan peculiar como su nombre. Este filósofo griego fue conocido por su estilo de vida sencillo y por sus actitudes poco convencionales. Pero su fama no solo se debe a su filosofía, sino también a su ingenio y astucia en situaciones difíciles.
Se cuenta que este hombre fue capturado por piratas que lo encerraron en una prisión, y apenas le daban sustento. Pensaron que estaría rogando por su vida a la mañana siguiente. Sin embargo, cuando fueron a despertarlo, lo vieron durmiendo cómodamente en el suelo sin señal alguna de enfado: no había luchado, no había forcejeado, era como si en el momento en el que colocaron la bolsa en su cabeza para secuestrarlo hubiera caído en un cómodo sueño y justo ahora estuviera despertando. Cuando por fin abrió los ojos, comenzó a regañar a sus captores alegando que si lo querían vender como esclavo, debían hacerlo como con las ovejas y los cerdos, es decir, tenían que alimentarlo. Pues, ¿quién demonios va a querer comprar un esclavo delgaducho y débil? Les daría más beneficios vivo que muerto.
Diógenes sentado en su tinaja. Jean-Léon Gérôme (1860).
Viendo que este razonamiento tenía sentido, procedieron a darle mejor comida a él y al resto. Diógenes ya había logrado mejorar la vida de los esclavos de enorme manera. En vez de pelearse con los demás por conseguir la mayor cantidad de comida, se organizaron y empezaron a repartirla para que cada uno tuviera un buen pedazo. Incluso intentó levantarles los espíritus. ¿Acaso no estaban cansados de ser miserables? Comenzando así a ganarse su amistad. Cuando estaban a punto de venderlo, le preguntaron: "¿tú en qué eres bueno?" A lo que respondió: "Mandar. Comprueba si alguien quiere comprar un amo" (Laërtius y Hicks, 1925, Ⅵ:29). Aunque otras fuentes declaran que respondió "gobernando a los hombres y a tu madre".
Comenzó entonces a pronunciar un largo discurso que enervó a todos los esclavos, humillando como ningún otro lo había hecho a los piratas y demostrando por qué este hombre decía la verdad. Terminó con todos los esclavos gritando de felicidad. Fue comprado entonces por un corintio llamado Jeníades, el cual lo escuchó dar este increíble discurso, por lo que le encargó la tarea de educar a sus dos hijos. Vieron que era increíblemente inteligente, pero no sabían qué demonios estaba metiendo. (No creo que sea buena idea tener a Diógenes de Sinope y niños en una misma habitación porque no es la mejor influencia que puede llegar a encontrarse). Decidió enseñarles todo lo que sabía, por lo que sus hijos eran más perros que personas (literalmente les enseñó a estos niños a dormir en el suelo). Lo hizo más que nada para divertirse y pasar un buen rato. Por lo tanto, cuando este hombre se dio cuenta de que este sujeto no iba a hacer más que meterle porquería a la mente de sus hijos, decidió liberarlo a las pocas horas de haberlo comprado.
Finalmente, Diógenes volvió a su ciudad natal y regresó a su barril, toda esta aventura en menos de dos días. Así continuó la increíble historia de Diógenes el Perro, quien con su ingenio logró sobrevivir a su cautiverio y dejar una huella imborrable en la historia de la filosofía.
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