Es innegable afirmar que la civilización azteca ha existido, y es digna del reconocimiento del que goza como una de las culturas que llegaron a un gran de desarrollo y progreso, si es que existe, dentro del contexto de los distintos grupos culturales de toda la América precolombina. Por otro lado, la afirmación de la existencia en la historia de una entidad política conocida como "Imperio Azteca", es mucho más polémica, por un lado, porque el poder que ejercieron mexicas o aztecas (utilizaremos ambos conceptos indistintamente), era un poder fiscal y militar sobre aquellas numerosas ciudades que habían sido conquistadas, y porque nunca existió una unidad política homogénea liderada por los tlatoques de Tenochtitlan.
Dentro de este marco de dominación de urbes que unía las una amplia extensión de las tierras mesoamericanas, llegando tanto a costas atlánticas, como del litoral pacífico. Lo cierto es que el punto de unión entre los distintos núcleos está más relacionado con vínculos comerciales, que con políticos, por lo que los comerciantes gozaron de un papel fundamental dentro de la construcción de la estructura de este denominado "Imperio (Comercial) Azteca".
Imagen tomada de México Desconocido. |
Así, debido a la gran importancia de esta clase, presenta una jerarquía dentro de sí misma siguiendo los principios de una meritocracia. De esta forma, en la cúspide de esta pirámide a respecto de la clase comerciante, encontramos un pochtecatlatoque que supervisa el grupo de los pochtecas, aquellos mercaderes que habían alcanzado un mayor prestigio y éxito con sus campañas. No obstante, por debajo de estas figuras se encuentran otros personajes de gran importancia para el correcto funcionamiento del aparato de gobierno de Tenochtitlan.
De esta forma, el oficio de comerciante era una de las vías que tenían los habitantes de Tenochtitlan para lograr cierta ascensión social, aunque las tareas desempeñadas no eran para nada sencillas, ya que en muchos casos, estos mercaderes tenían una curtida experiencia militar y eran acompañados por escoltas de guerreros.
Debido a la peligrosidad por los frecuentes ataques y asaltos, y la seguridad de las caravanas de mercaderes, destacamos a los protagonistas de este artículo, los pochtecas (nombre dado a los procedentes de un barrio de Tlatelolco), ya que si bien eran un grupo muy reducido, sus mercancías eran las más valiosas ya que proporcionaba bienes de prestigio y rituales, además de otras materias como el caucho, jade u obsidiana, así como plumas de quetzal, pieles de jaguar exóticas y oro. Para desempeñar sus tareas de forma más efectiva, contrataban a distintos cargadores de mercancía, conocidos como tamemeh, fácilmente reconocibles ya que sujetaban las cargas con un mecapal, cuyo roce provocaba la pérdida de cabello de la parte frontal de la cabeza. Esta técnica aún sigue siendo empleada a día de hoy, aunque la presencia de animales de tiro y máquinas ha reducido su uso.
Imagen tomada de: El Sol de Tulancingo - El uso del mecapal, tan antiguo como el México prehispánico. |
De esta forma, la experiencia que le otorgaba a estos viajeros le permitió a los distintos tlatoques de aprovechar la oportunidad que se les brindaba al emplearlos como herramientas de reconocimiento y espionaje de las distintas regiones sometidas bajo el yugo azteca y de otras regiones transfronterizas, llegando a entrar en contacto con las tierras mayas de Xicalango.
Estos espías eran conocidos con el nombre de naualoztomeca, quienes realizaban las largas travesías intentando camuflarse con los locales mediante la adaptación a vestimentas y peinados locales para infiltrarse en los mercados y obtener información de carácter agrícola para los pocthecas. Por otro lado, gozaban de un papel fundamental dentro del reparto del botín de guerra tras las numerosas conquistas militares aztecas, ya que desempeñaban la función de la distribución de estas riquezas, así como la realización del análisis de la capacidad potencial de producción de las ciudades para imponer tributos e impuestos que irán dirigidos a Tenochtitlan.
El oficio de comerciante era un empleo que se veía como una tarea heroica, donde los comerciantes buscaban, por encima de su acumulación de riquezas, la aclamación popular y reconocimiento debido a la gran función que desempeñaban al servicio de la propia clase gobernante, así como al servicio del pueblo al proporcionar un gran número de esclavos que serían sacrificados en distintos rituales ceremoniales.
Captura de pantalla del Códice Durán. |
Iago Pereira López.
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