Conocemos con el nombre de “Revolución de Akenatón” a uno de los acontecimientos más singulares e incluso censurados dentro de la historia del Antiguo Egipto. Su precursor, Amenofis IV, o posteriormente Akenatón, será uno de los faraones dentro de la lista de la damnatio memoriae egipcia debido a la reforma religiosa que llevará a cabo, mediante la cual elimina una lista de 2.000 divinidades para imponer el culto a un único dios o divinidad, Atón, dios solar.
No obstante, debemos ver este acontecimiento desde una perspectiva crítica para conocer realmente si fue una revolución como tal. Míriam Azahara García Sanchez indica que aquellas bases “monoteístas” sobre las que asentaba Amenofis su nueva religión, se encontraban en tradiciones del Reino Antiguo, además de que cada nomos poseía un dios propio al cual le otorgaban gran importancia. La autora indica que lo que puede que Amenofis estuviese intentando sería rescatar las tradiciones pasadas y fortalecer, incluso reformando toda la religión, su imagen como líder. Para cumplir sus objetivos debía tener libertad plena para actuar sin que la autoridad del clero de Amón se interpusiera en su camino, y crear una dependencia todavía mayor con sus súbditos.
La dinastía XVIII había encumbrado el culto a Amón, ya que se consideraba que su ayuda había sido crucial para expulsar a los odiados hicsos. El clero de Amón de Karnak asumió tal poder político que llegó a influir en la legitimación de los faraones, los cuales intentaban evitar la supremacía de la clase sacerdotal tebana apoyando a los otros templos.
Con todo, lo cierto es que la tendencia del culto a Atón estaba en auge. Su abuelo, Tutmosis IV promovió el culto de Re-Horakhty, dios del sol naciente o en el horizonte, y su propio padre, Amenhotep III, había financiado la construcción de diversos templos dedicados al dios solar, destacando el templo de Heliópolis. Todo esto era un intento de frenar el gran poder del clero de Amón, representante primero de la guerra y después de dios soberano de Egipto, pero actuarán de una forma moderada en comparación a las acciones de Akenatón.
Si bien anteriormente encontrábamos conflictos entre faraones y clero, desde comienzos del Imperio Nuevo se estaba fraguando un nuevo conflicto interno que supone una continuación de esta “guerra” heredada entre el poder civil está representado por el faraón y un poder religioso donde, el clero de Amon, la gran divinidad de Tebas, cada vez tenía más poder, cada vez tenía más riquezas y cada vez se hacía dueña de más tierras, comprometiendo así a la posición de liderazgo y de cabeza de la pirámide social que ocupaba el faraón.
Imagen tomada de Economipedia. |
Nos encontramos con una situación en la que el clero de Amón era propietario de más de la mitad de las tierras de Egipto y poseía la capacidad de tomar decisiones políticas y económicas dentro de estas posesiones, influyendo así en las acciones del faraón, lo que produjo que desde dentro de la dinastía XVIII se estuviese cultivando un sentimiento no anti-amónico, pero sí consciente de la influencia que estaba adquiriendo el clero tebano. Previamente se ha comentado que los predecesores de Akhenatón ya había dado los primeros pasos hacia la otorgamiento de mayor importancia a otros cleros, el de Atón, pero siempre eran pasos delicados y moderados.
Quizás la influencia de sus predecesores había tenido una crucial importancia en el curso que tomaría el reinado de Akhenatón, pero más importante será la educación y formación del futuro faraón en el templo solar de Ra en Heliópolis, en un templo levantado por un pariente suyo. No era el primogénito, por lo que no se sabe cómo se fue introduciendo en el mundo político. Si bien la corregencia era una práctica muy frecuente, no hay evidencia de que fuera puesta en práctica en este momento.
De todas formas, ya en el año 1352 a.C., Akhenatón ya estaba subido al trono egipcio, en un momento de prosperidad debido a la estable situación fuera de las fronteras y dentro del territorio egipcio. La cuestión más inquietante se situaba en el ámbito religioso, pero sus predecesores ya habían puesto las primeras piedras del camino, que será continuado por el nuevo faraón.
Desde el 3er año de su mandato se vieron las características de su reinado, especialmente singular en la historia del Antiguo Egipto, donde la arquitectura se vuelca totalmente al dios Atón, dios del disco solar, con un nuevo estilo desproporcionado y con estructuras abiertas e iluminadas, y con enormes colosos representando al faraón, rompiendo así con todos los cánones estéticos establecidos hasta el momento. Más importante es la extraña celebración de su primer jubileo o Heb Sed, una fiesta que se celebraba en el 30 aniversario de la llegada del faraón al trono con el fin de renovar la vitalidad y la energía sobrenatural del faraón.
No obstante, esta celebración fue especialmente singular ya que la única divinidad mencionada en el ritual fue Atón, que comienza a ganar importancia frente a otras divinidades que ahora estarán ausentes. Además, en esta ceremonia se desplaza a la nobleza al no ser mencionados y se desplaza al clero de Amón al hacer responsable al claro de Atón como planificador de la ceremonia.
Talatat que representa el jubileo de Akhenatón - Imagen tomada de : Ruta por la Historia. |
El 5º año de su reinado será el año en el que esta “revolución” religiosa o cambio por fin se oficialice, cambiando su nombre de Amenhotep IV a Akhenatón, traducido como “fiel a Atón”. Tan importante como es el paso de una religión tradicionalmente politeísta a una nueva religión, que se presenta siempre como monoteísta centrada en Atón, es la creación y popularización de una nueva iconografía utilizada para la representación de la divinidad solar, haciendo uso de la imagen del disco solar viviente para reemplazar los símbolos de Re-Horus y de un estilo escultórico más realista.
Imagen tomada de EGIPTO HISTORIA. |
Fruto de su posible educación en Heliópolis bajo la doctrina del culto solar, Akhenatón fue capaz de ver la oportunidad que se le brindaba para vincularse con un dios que estaba aumentando en importancia, y que era, además, símbolo de vida. Creemos, por esto, que quizás las confusas estatuas colosales de aspecto andrógino que representan a nuestro faraón, con claros rasgos femeninos, estén muy estrechamente vinculadas con esta simbología de la fertilidad, apareciendo representado como un faraón que es el hijo del propio dios y que se presenta al pueblo como un moderador, además de ser padre y madre. Se establece así, con el cisma de Amarna, una teocracia.
Tras la adopción de Atón como única divinidad, se abre para la historiografía un debate sobre el sistema de gobierno que regirá Egipto. Si bien el propio faraón establece que sólo está permitido el culto al dios solar, y además se persigue el culto a otras divinidades, las cuales son perseguidas reprimiendo a los enemigos de la nueva religión atónica y eliminando sus nombres de monumentos, hay evidencias de que se realizaban rituales a divinidades de carácter personal. Esto abre la posibilidad de negar la afirmación que indica que Akhenatón fue el primer monoteísta de la historia, al plantear un sistema henoteista donde existe un grupo de dioses pero sólo uno de éstos es digno de admiración. Utilizando palabras textuales del profesor Nelson Pierrot: “Akhenatón no tuvo nunca la intención de crear el monoteísmo, un concepto que él no habría comprendido, ni de luchar contra el politeísmo”.
La materialización de los cambios religiosos de Akhenaton se observa en Ajetatón, en la región de Amarna, destinada a ser la capital del reino y la sede del culto hegemónico y oficial al dios Atón. Rápidamente, algo provoca que Amenhotep IV, a los cinco años de llegar al poder, llevará a cabo unas reformas tan drásticas que harán que se tambalee la estabilidad del reino. Primeramente se cambia el nombre a Akhenatón, enfatizando al disco solar conocido como Atón, un dios que no es nuevo y que llega a sustituir a Amón. Otro de los cambios es el traslado de la capital en Tebas a un nuevo emplazamiento localizado en la región de Amarna, y será conocida como Ajetatón, el horizonte de Atón. La nueva ciudad, construida en tiempo récord gracias a la invención arquitectónica de los talatats, pequeños sillares, es levantada en medio del desierto por expreso deseo del faraón.
La capital fue diseñada con un trazado geométrico ortogonal, esculpiéndose 15 grandes estelas para marcar los límites. En su interior, Akenatón ordenó construir majestuosos edificios como los distintos templos dedicados a Atón; los palacios reales, que se construyeron para Akenatón, la reina Nefertiti y las princesas reales; edificios administrativos; los hipogeos (tumbas excavadas en la roca) y una ciudad para los trabajadores de la necrópolis.
Recreación 3D realizada por Gabriel Font - Imagen tomada del perfil del artista en ArtStation. |
Toda la urbe se construyó a una velocidad nunca antes vista, en apenas 4 años, constituyéndose como uno de los grandes hitos arquitectónicos de la historia del Antiguo Egipto. No obstante, también hay que decir que esconde un sentido oscuro ya que para el levantamiento de la ciudad se hizo uso de una mano de obra muy jóven, es decir, niños trabajaron y murieron en la construcción, y no recibieron ningún tipo de sepultura honorable, tales como las que encontramos en las pirámides.
En resumen, la ciudad se construyó así para escenificar los cambios de culto que ahora se centrarán en Atón. A partir de ese momento Akenatón sería el intermediario entre el dios supremo y la humanidad. Esto desencadenó una tensa relación entre los seguidores de Akenatón y sus detractores, entre ellos, los influyentes sacerdotes de Amón. Después de la muerte de Akenatón se persiguió su memoria y su nombre, y el del dios Atón, fueron borrados de tumbas, templos y esculturas, igual que hiciera el antiguo faraón con Amón en sus últimos años.
Cuando Horemheb se alzó como faraón, se produjo la sistemática destrucción de la ciudad, aprovechando sus ruinas, y los llamados talat, para construir otras edificaciones. La ciudad había sido abandonada quince años después de su fundación, hacia el tercer año del reinado de Tutankamón, regresando la corte y administración a Tebas.
La doctrina amarniense va más allá de los cambios religiosos y artísticos derivados de la voluntad faraónica, ya que las modificaciones efectuadas desde el gobierno se propagan por el clero y por la sociedad. Se llega a dar una situación de guerra civil en la que el clero de Amón se mantiene unido pese a las persecuciones y cierre de templos (como el de Karnak), y la sociedad egipcia se presenta totalmente impermeable a los cambios de sus creencias y tradiciones. Si bien cuando Akhenatón llegó al trono, una coyuntura política y social le era favorable, las tensiones sociales tambaleaban la estabilidad del imperio desde los primeros años de su mandato.
Aparte de estas modificaciones está la actualización del rol ejercido por el faraón, siendo la única persona a la que se le permite comunicarse con Atón, cuyos rayos siempre iluminan a la familia real. Hay que recordar que la doctrina propulsada por Akhenatón no puede ser considerada como una nueva cosmogonía, sino que impone el culto de Atón, al que ahora se le hace responsable de toda creación (por esto el faraón, es representado con su aspecto andrógino al ser madre y padre de todo), por lo que Hapi, dios del Nilo, será perseguido ya que Atón y el propio faraón ya ostentan el papel de representantes de la fertilidad.
Akhenatón pretende, por un lado, asegurar el acceso al más allá a todos aquellos fieles a Atón que siguen los mandatos comunicados a través del único intermediario o profeta, el propio faraón. Las modificaciones que pretende afectan a un ámbito religioso al modificar radicalmente las creencias egipcias, pero tras este cambio se ocultan distintas consecuencias sociales y económicas que buscan colocar, otra vez, al faraón como cabeza de una sociedad en la que el clero ve reducido su poder. Para esto, el propio faraón traslada su capital a una nueva ciudad fundada para ser el santuario principal del dios Atón, al mismo tiempo que la sociedad se mantiene al margen de los cambios.
Así, la idea que Akhenatón trata de imponer es que Atón es el dios creador universal del que emana todo aquello que existe, y se ejerce la maat en base a este dios, y el faraón es el único profeta, encargado de comunicar las enseñanzas y mandatos del dios del disco solar.
El reinado de Akhenatón se prolongará a lo largo de 17 años, y su legado religioso se prolongará hasta el mandato de Tutankatón, quien se cambiará el nombre a Tutankamón, asestando el golpe definitivo a la obra de su padre, y traslada la capital de nuevo a la tradicional Tebas.
Para finalizar, debemos puntualizar esta idea, la de denominar a Akhenatón como el primer monoteísta de la historia, que consideramos errónea, además de rechazar el concepto de “revolución” para designar a este acontecimiento, siendo, realmente, un proceso prolongado durante el tiempo y durante varios reinados, que iría de la mano de diversos cambios artísticos, sociales, culturales, económicos, además del cambio de dogma religioso que se venía germinando ante el recelo de los faraones hacia el auge del clero de Amón.
Iago Pereira López e Iago Manuel González Morenza.
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